Dr. Carlos Alberto Díaz. Profesor Titular Universidad ISALUD.
Vivimos tiempos difíciles. Después de una pandemia mundial, que alteró las costumbres, instaló cambios disruptivos, que se está dejando atrás, han aparecido nuevas e impensadas guerras que tienen repercusión geopolítica, económica, de alianzas, genocidios, pogromos diversos, migraciones desordenadas, gobiernos populistas, desigualdad creciente en el mundo, pornografía sobre la concentración de la riqueza y la corrupción político empresarial, un asombroso colapso ecológico, con todo ello uno puede sentirse pesimista y desesperanzado, y con razón, ya que tales eventos parecen normalizarse cada vez más. Además de la incertidumbre que tenemos como nación sobre que servicio de salud quedará entre la disputa de intereses más imponentes para el interés partidario, la construcción de poder en detrimento de la calidad de vida de una sociedad, de los engaños que sufrieron los integrantes del equipo de salud luego de haber sacrificado sus vidas durante la pandemia y la profesión, que los encuentra postergados por quienes deciden. Que cada vez se necesitan más pobres, con menos ambiciones de ascender socialmente y que esperen pasivamente sin educación, ni esfuerzos, lo que el estado destinará a sus miserias y su postergación, produciendo generaciones que no trabajan, ni estudian, porque no ven proyección.
En el ámbito público y político, muchos han argumentado que necesitamos desesperadamente una mayor empatía, ya sea con nuestros vecinos, los refugiados, las víctimas de la guerra, los vulnerables o las especies animales y vegetales que están desapareciendo.
El sistema de salud debe transformarse de un modelo fragmentado de atención de la patología aguda a otro, de continuidad, integral con longitudinalidad, para ello se requiere de conocimiento, abandonar privilegios, pensar en una salud basada en el valor, en una medicina de precisión, predictiva, participativa, preventiva, poblacional y tecnológica, pero fundamentalmente centrada en la persona, con la firmeza de la empatía.
A Los profesionales del equipo de salud se les solicita empatía, simpatía, escucha, dedicación, pero sin reconocimiento, sin incentivos, sin perspectivas, entonces se erosiona esa capacidad y competencia, que nos trae dificultad en ponernos en lugar de otra persona. Que para hacernos escuchar tenemos que recurrir a comportamientos que no deseamos.
Además, la complejidad de la empatía permite la superposición con la noción de simpatía, como lo ilustran Nightingale et al.: «los médicos empáticos comparten su comprensión, mientras que los médicos comprensivos comparten sus emociones con sus pacientes». Según la definición de Mercer y Reynolds, la empatía en el cuidado de la salud incluye la comprensión de la perspectiva del paciente, la comunicación de esa comprensión verbal y no verbalmente, y la actuación terapéutica sobre esa comprensión.[i]
Asimismo los que impulsamos desde la salud una política de calidad, de gestión eficiente, de seguridad de pacientes, de atención centrada en la persona, debemos incursionar en como lograr el mayor acercamiento con los pacientes, la familia, la comunidad y los trabajadores de salud, para que sientan que los integrantes del equipo de salud, los expertos que atienden a otro experto, el paciente, dialoguen, se pongan en el lugar del paciente, del otro, del semejante, que se respete su dignidad, entender el dolor, la desesperación, ayudarlo a vencer las barreras de la fragmentación, de los problemas de accesibilidad, de la utilización del sistema, de darle continuidad a la atención, y fundamentalmente escucha, tener una conducta proactiva y una visión integral (completa) de la persona, entender que los determinantes sociales se pueden atenuar, que se puede ayudar aunque el paciente tenga una vivienda precaria, no tengan luz, climatización, se puede hacer algo, que por poco que sea será un mundo distinto para esa persona, sujeto de necesidad pueda comer mejor y no incursionar en vicios para ir por el camino de la elación.
El agobio de tantas necesidades sentidas o no resueltas, para los equipos de salud nos exigen un liderazgo distinto, mejorar en la comunicación, en la relación y la experiencia del paciente ante un parto, un nacimiento, un niño en neonatología, en una terapia intensiva pediátrica, en un diagnóstico de un cáncer, de una gran cirugia, de ayudar de estar cerca, de rodearlo de afecto que es la mejor medicina. A pesar de los grandes esfuerzos para promover la empatía a través de la educación, se ha observado una disminución de la empatía entre los estudiantes de medicina, especialmente cuando han pasado más tiempo interactuando con los pacientes [ii]
Breve historia de la empatía:
Las raíces de la «empatía» como concepto están profundamente arraigadas en el pensamiento occidental. Por ejemplo, Martha Nussbaum en un ensayo sobre el cosmopolitismo, cita al emperador estoico y romano Marco Aurelio: «Acostúmbrate a no estar atento a lo que dice otra persona y, en la medida de lo posible, entra en la mente de esa persona»[iii].
Esas raíces conceptuales, sin embargo, ciertamente no se limitan a una genealogía occidental; La filosofía budista, por ejemplo, sostiene la compasión, una empatía altruista orientada a la acción por el sufrimiento, como un principio central.
La empatía en sí misma, sin embargo, es una palabra bastante joven, que surgió de trabajos filosóficos de finales del siglo XIX como Robert Vischer, Wilhelm Worringer y Theodor Lipps en estética, William James en psicología y Vernon Lee en su intersección y solo entró en circulación en inglés a principios del siglo XX. [iv]
En 1908, Titchener, un psicólogo de la Universidad de Cornell, acuñó la palabra «empatía» como traducción de la acuñación alemana de Vischer einfuhlung («en-sentimiento») en sus investigaciones sobre la naturaleza del pensamiento. En palabras de Titchener: «No sólo veo la gravedad, la modestia, el orgullo, la cortesía y la majestuosidad, sino que los siento o actúo en los músculos de la mente».Así, en los primeros usos, la empatía se centraba en la experiencia interna del significado y la apreciación estética.Aquí se entrelazaban varias nociones; Una era la del registro asociativo de impresiones sensoriales en la memoria, otra era la de alinearse en imágenes cinestésicas con el otro observado, y la tercera era que las huellas de estos procesos se repetían habitualmente como respuestas condicionadas, en cierto sentido, al estímulo de una palabra. Así, Titchener describe cómo una conjunción como «pero» se experimenta internamente como significativa: «Fue un placer… sentarse en la plataforma detrás de un conferenciante algo enfático, que hizo un gran uso del monosílabo ‘pero’. Mi ‘sentimiento de pero’ ha contenido, desde entonces, una imagen intermitente de una corona calva…». Esta imaginería se fusiona con una imagen cinestésica de la experiencia corporal de deseos conflictivos, es decir, «hacer dos reacciones incompatibles a la vez».
Estas experiencias externas serían entonces para Titchener obtenidas de manera confiable en forma de trazas, argumentó, cuando empleara la conjunción «pero» en el pensamiento o el habla. Sentirse a sí mismo en otro, ya sea un lago, un colimbo u otra persona, se reconoció inicialmente no solo como un acto de un yo encarnado, sino también como una acción creativa de la imaginación. Este énfasis en la acción creativa condujo inicialmente a una figuración de la empatía en una psicología unipersonal como proyección, una mera devolución de este sentido creado a su objeto desencadenante: lago, colimbo o interlocutor. A medida que el uso del término se desplazó de la investigación individual en psicología al dominio de la psicoterapia, esta psicología unipersonal se centró en la experiencia del terapeuta observador. En un alejamiento de esta comprensión solipsista, (egoísmo metafísico) del psicólogo Carl Rogers, aunque trabaja dentro del marco de tratamiento de una psicología unipersonal, proporciona una descripción hermosa y generativa de la empatía como un proceso interactivo encarnado que podría decirse que dio origen al «giro relacional» en la psicoterapia.
Aunque este enfoque relacional se centró inicialmente en el proceso de diálogo, con las palabras al principio ocupando el centro del escenario, dejando un relato «incorpóreo» de dos personas de la experiencia mutuamente construida, un enfoque sintetizador considera un proceso dialógico que se construye sobre la experiencia encarnada.
Por lo tanto, Rogers describe la empatía como un proceso más que como un rasgo o incluso como un estado terapéutico, poniendo el énfasis en la acción en relación con otra, una acción mutuamente construida. Un elemento central de este proceso es una actitud de escucha respetuosa y no evaluativa. Además, esta escucha se realiza con el objetivo terapéutico en mente de profundizar y clarificar el «flujo de la experiencia», esa totalidad de pensamiento y sentimiento que Eugene Gendlin denominó «sensación sentida», es decir, la experiencia interna (que se remonta a las introspecciones de Titchener) que examinamos para conocer la respuesta a una pregunta como «¿Eres feliz?» y que nos permite responder: «Sí, pero más que eso, me siento aliviado…».
Esta profundización y clarificación de la sensación sentida es terapéutica porque apoya y mejora la agencia del paciente; Cuando sabes que tienes sed, entonces sabes que debes buscar agua; Si confundes la sed con el hambre, es posible que sigas comiendo pero te sientas insatisfecho. En una psicología unipersonal, este proceso de clarificar y contemplar pone en primer plano al paciente como su objeto (sobre el que actúa el sujeto terapeuta observador y de apoyo).
Pero, argumenta Rogers, el proceso de empatía saca al individuo del aislamiento y la alienación —un estado desesperado de soledad— a la experiencia relacional de la comunión con otro. Así, en una psicología bipersonal o relacional, el paciente y el terapeuta son a la vez sujetos y objetos, y el foco del proceso empático deambula, ora descansando sobre el paciente («Quiero saber que estás tratando de verme»), ora sobre el cuidador («Siento que, y al mismo tiempo me siento perdido, creo que eres un solo lugar, pero sigo resultando estar equivocado»), y ahora la sensación sentida de la relación o el sistema que están construyendo juntos («Se siente como si estuviéramos jugando al escondite»). Toma nota de las sensaciones corporales que surgen en ti cuando lees palabras como «perdido», «equivocado» o «jugando al escondite».
Definiendo Empatía:
Una definición integradora Como marco global e integrador, que la empatía es el proceso de relacionarse con otro de una manera que sirve y tiene como objetivo facilitar la elaboración creativa de la comprensión y el reconocimiento mutuos.
Por lo tanto, el modo empático presupone tanto lo común como la diferencia, ya que busca el desarrollo de un lenguaje común, una red compartida de significados, que le permita a uno ver más allá de los puntos en común preexistentes y crear otros nuevos. Por lo tanto, el núcleo de la empatía no es solo el proceso de desarrollar una comprensión del significado de la experiencia de otro, una comprensión arraigada y alimentada por una mayor comprensión del impacto emocional de esa experiencia y también la expansión continua del reconocimiento y la apreciación de los límites de esa comprensión, del espacio oscuro y aún sin forma entre nosotros. Dentro de este marco propuesto, una variedad de habilidades y rasgos componentes pueden integrarse como factores que dan forma al proceso empático entre los individuos. Además, el objetivo del proceso empático implica el cuidado o la preocupación por el otro; Permitir que otros nos entiendan y nos reconozcan requiere que se confíe en ellos, y confiar en aquellos que no se preocupan por nosotros es, en el mejor de los casos, una tarea difícil. De hecho, el papel crítico del cuidado y la preocupación en el proceso empático se evidencia en la aparición del cuidado y la preocupación en los bebés, mucho antes del desarrollo de una teoría de la mente (requisito para el componente cognitivo de la empatía)
La mayoría de los estudios definen el complejo fenómeno de la empatía como un comportamiento prosocial vinculado a la capacidad de un individuo para experimentar y compartir el estado emocional de otro.
En un intento de conceptualizar la empatía, de Waal identificó tres componentes: el contagio emocional, la preocupación comprensiva y la toma de perspectiva empática[vi] [1].
El contagio emocional es un proceso de bajo nivel en el que un individuo se ve afectado por el estado emocional o de excitación de otro.
La preocupación simpática comprensiva es la evaluación y el intento de comprender la condición de otra persona motivada por el deseo de aliviar su angustia.
Por último, el mecanismo de alto nivel de la toma de perspectiva empática ocurre cuando un individuo puede modelar el punto de vista de otro.
Para simplificar, distinguiremos entre empatía emocional (una reacción afectiva a las emociones y/o acciones de los demás) y empatía cognitiva (comprensión de las perspectivas de los demás). La mentalización es la capacidad de comprender los estados emocionales de los demás en términos y en relación con sus deseos, anhelos, actitudes y metas. Una manifestación de la empatía como contagio emocional consiste en que un observador asume las emociones de otro (por ejemplo, ver a alguien que parece triste o feliz puede hacer que uno también se sienta triste o feliz, respectivamente). Finalmente, puede manifestarse en comportamientos altruistas: el simple hecho de ver a otros en apuros a menudo induce a una persona sufriendo. La preocupación prosocial por el sufrimiento de los demás, un componente de la empatía que se ha distinguido recientemente de otras formas de empatía emocional, incluye la simpatía, la preocupación empática y la motivación empática para el comportamiento de ayuda.
La empatía tiene un correlato neurobiológico, conductual, social, psicológico y socio técnico, quienes gestionamos tenemos que desarrollar un modelo de atención centrado y para las personas. La empatía es una aptitud para reconocer los límites de acceder directamente a la experiencia en primera persona de otro. Implica comprender vivencias del paciente, como se siente, esto le genera sensación de confianza y seguridad.
Mercer y Reynolds[vii] definieron la empatía en el contexto médico como la comprensión de las emociones, preocupaciones y situaciones de los pacientes, comunicando esa comprensión al paciente y actuando en base a esa comprensión. La empatía mejora la precisión del diagnóstico, la satisfacción y el cumplimiento del paciente, y reduce la angustia psicológica y las complicaciones médicas[viii] [ix][x] [xi] . La falta de empatía se correlaciona con problemas físicos, emocionales y relacionados con el trabajo, como depresión, agotamiento, alteraciones del sueño y falta de concentración, todo lo cual podría afectar negativamente la atención al paciente.[xii] La empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otras personas [ 10 ]. Es un concepto central ya que, según los enfoques psicodinámico, conductual y centrado en la persona, facilita el desarrollo de una relación terapéutica con el usuario de atención médica, proporcionando la base para el cambio terapéutico[xiii]
La comunicación debe realizarse por todas las vías inclusive utilizar el internet, la teleconferencia, las repreguntas y lo presencial.[xiv]
Las habilidades comunicativas han sido descritas como la habilidad más importante para un profesional de la salud. La comunicación eficiente depende de que el terapeuta se sienta seguro de que realmente ha escuchado y registrado las necesidades del usuario de atención médica para brindar atención personalizada. La comunicación eficaz y empática es una de las habilidades más importantes que debe tener un médico y es clave para crear una mejor cultura médica. Pero la empatía puede erosionarse con el tiempo a medida que uno lucha por equilibrar la distancia y la conexión en sus relaciones con los pacientes. Como resultado, es posible que empiece a dedicar más tiempo y energía a las explicaciones médicas y menos a generar confianza con sus pacientes. La empatía requiere oxitocina pero también reflexión, conocimiento, experiencia, recuerdos, ver el contexto, la situación existencial de la persona, tener el tiempo necesario, para conversar, para dialogar, para que las personas sientan confianza para mostrar sus debilidades, sus miedos.
Conclusión.
En este desarrollo se ha podido observar que existen bases históricas de la empatía no solo occidentales, sino orientales, no solo conductuales, psicológicas, sino también neurobiológicas, a las cuales tendremos que impulsar esfuerzos fundamentales en las escuelas de formación profesional, y en los sistemas de salud, en los hospitales, en los centros de atención primaria. Se requiere de un modelo de atención centrado en la persona, que tenga pilares en el reconocimiento, la dignidad, la individualidad de los seres humanos y en la empatía, desde la comunicación y las respuestas. La calidad tiene sus bases en el valor, en la continuidad, en la longitudinalidad, la integralidad, el conocimiento, la formación continua y la empatía.
[i] Mercer, S. W., & Reynolds, W. J. Empathy and quality of care. British Journal of General Practice, (2002). 52(Suppl), S9–S12
[ii] Neumann M, Edelhäuser F, Tauschel D, et al. Empathy decline and its reasons: a systematic review of studies with medical students and residents. Acad Med. 2011;86(8):996–1009. https://doi.org/10.1097/ACM.0b013e318221e615.
[iii] Nussbaum, M. C. (1994). Patriotism and cosmopolitanism. Boston Review, 19(5). See Retrieved October 01, 2010, from https://www.soci.niu.edu/~phildept/Kapitan/nussbaum1. html
[iv] Lanzoni, S. Empathy in translation: Movement and image in the psychological labora[iv]tory. Science in Context, (2012). 25(3), 301–327.
[v] Gendlin, E. T. (1991). On emotion in therapy. Emotion, psychotherapy, and change (pp. 255– 279). London: Guilford
[vi] De Waal, F. B. M. Putting the altruism back into altruism: The evolution of empathy. Annual Review of Psychology, (2008). 59(1), 279–300.
[vii] Mercer SW, Reynolds WJ. Empathy and quality of care. Br J Gen Pract. 2002;52(Suppl):S9–12
[viii] Rakel DP, Hoeft TJ, Barrett BP, Chewning BA, Craig BM, Niu M. Practitioner empathy and the duration of the common cold. Fam Med. 2009;41(7):494–501.
[ix] Derksen F, Bensing J, Lagro-Janssen A. Effectiveness of empathy in general practice: a systematic review. Br J Gen Prac. 2013;63(606):76–84. https://doi.org/10.3399/bjgp13X660814.
[x] Neumann M, Bensing J, Mercer S, Ernstmann N, Ommen O, Pfaff H. Analyzing the “nature” and “specific effectiveness” of clinical empathy: a theoretical overview and contribution towards a theory-based research agenda. Patient Educ Couns. 2009;74(3):339–46. https://doi.org/10.1016/j.pec.2008.11.013.
[xi] Larson EB, Yao X. Clinical empathy as emotional labor in the patient-physician relationship. JAMA. 2005;293(9):1100–6. https://doi.org/10.1001/jama.293.9.1100
[xii] Sorenson C, Bolick B, Wright K, Hamilton R. Understanding compassion fatigue in healthcare providers: a review of current literature. J Nurs Scholarsh. 2016;48(5):456–65. https://doi.org/10.1111/jnu.12229.
[xiii] Moudatsou M, Stavropoulou A, Philalithis A, Koukouli S. The Role of Empathy in Health and Social Care Professionals. Healthcare (Basel). 2020 30;8(1):26. doi: 10.3390/healthcare8010026. PMID: 32019104; PMCID: PMC7151200.
[xiv] Howick J, Rees S. Overthrowing barriers to empathy in healthcare: empathy in the age of the Internet. Journal of the Royal Society of Medicine. 2017;110(9):352-357. doi:10.1177/0141076817714443