El concepto de resiliencia está asumiendo un papel central en la gestión de salud considerando las recientes situaciones con el COVID 19 y el dengue, signando que los cambios inesperados y las condiciones estresores son rutinarias y cada vez más frecuentes. Los problemas organizativos, los cambios demo epidemiológicos, las transiciones tecnológicas, económicas, políticas, sociales, la falta de orientación política de la gestión de salud, la sobrecarga de la exigencia de la ciudadanía, la falta de inversión, los problemas de financiamiento, Los problemas con el recurso humano, sus carencias y el agotamiento moral, lo difícil que es formar equipos, conseguir una visión compartida, darles un objetivo común, para preparar a sus integrantes en este entorno volátil, incierto, ambiguo y fundamentalmente complejo. .

La resiliencia se puede definir como la capacidad de adaptarse a los desafíos y cambios en diferentes niveles y circunstancias del sistema, pero cuidado, eso no significa que los equipos, deban arreglarse con lo que puedan. Existe un límite a ese empowerment, sobre determinados estudios diagnósticos, organización de personal y medicamentos o insumos que no pueden faltar. Esto mediante un análisis cercano a esa interfase operativa, para impedir la influencia de los intereses del complejo industrial médico para influir en las conductas prescriptivas o en la fijación de reglas expertas. La resiliencia en la atención de salud es crucial para la calidad y seguridad en la prestación del servicio y se trata de la capacidad proactiva e inherente del sistema para implementar la atención de manera segura y responder a los desafíos y cambios constantes en diferentes niveles del sistema. Nos debemos centrar en comprender la variabilidad y cómo se generan resultados exitosos en el mundo real de la práctica. La falta de flexibilidad de los sistemas de salud implica una capacidad deficiente para adaptarse a condiciones distintas a las estándar y una mayor vulnerabilidad, lo que lleva a una disminución del desempeño.
Las dimensiones de la resiliencia son:
El tipo de crisis a afrontar. Shock agudos y estresores crónicos
Enfoque proactivos o reactivos.
Niveles donde impacta la resiliencia: cumbre estratégica, mandos medios y núcleo operativo.
Contexto de país y del sistema de salud.
Recursos para fomentar la resiliencia. De organización, información y gestión. Herramientas y prácticas de gestión. Capacidades organizativas. Liderazgo y gobernanza.

Estos enfoques resaltan cómo la atención de alta calidad es el resultado del trabajo clínico cotidiano, a partir de los procesos que se desarrollan en acción en los sistemas de atención de salud, las organizaciones y los entornos de atención. Siempre intentando mejorar la práctica actual, basándonos en la protocolización, las listas de verificación, capacitación continua, identificar a los pacientes, realizar historias clínicas completas
Llevar el pensamiento resiliente desde la mesa de investigación y la teoría al trabajo de los responsables de las políticas es un viaje, no un destino.
Es hora de trasladar el campo de la resiliencia en la atención sanitaria de la teoría a la política, con el objetivo de apoyar una mejor práctica.
Hay pocos objetivos más importantes que dedicar un esfuerzo continuo a apoyar el desempeño resiliente como una forma positiva de mejorar la seguridad del paciente y la calidad de la atención en beneficio de los futuros pacientes en todas partes.
Esta adquisición de habilidades adaptativas, de saber soportar situaciones de stress constante, de presión asistencial, de casos cada vez más complejos, falta de camas, de insumos y medicamentos, de carencia de respuestas apropiadas de los profesionales en relación a las exigencias, por sus bajo compromiso con la exigencia de los pacientes. Este último factor es el que exige más a los equipos de primera línea, que sienten que se están responsabilizando más allá de lo que su cargo le exige.
No se debe sobrecargar a los equipos resilientes, a los que dan respuesta, porque terminarán bajando los brazos y afectando las respuestas del sistema.
Conclusión:
Para mejorar la seguridad de los pacientes es necesario habilitar, implementar el comportamiento resiliente en los equipos asistenciales y de apoyo, de cuidado y logística, y poder sostener todos los aspectos que hacen al programa de seguridad de pacientes que se requiere para evitar el daño, el impacto en la imagen que esto genera y la pérdida económica a los financiadores, las instituciones y los pacientes.