La causa de las causas. La política.
Dr. Carlos Alberto Díaz.
Cuanto más estudiamos los principales problemas de nuestro tiempo, más nos damos cuenta de que no pueden entenderse de forma aislada. Son problemas sistémicos, lo que significa que están interconectados e interdependientes (Capra, 1996, p.3).
La editorial analiza el vínculo entre el declive de la confianza en las instituciones y el aumento del descontento democrático a nivel global, destacando el surgimiento de partidos y figuras políticas antidemocráticas en Occidente. Se enfatiza que la salud tiene un papel clave en este fenómeno: la mala salud y la discapacidad tienden a disminuir la confianza en instituciones públicas, incluido el sistema de salud y la democracia. Aunque una peor salud no siempre reduce la confianza institucional, sí puede crear escenarios donde las instituciones contribuyen a su deterioro, especialmente entre grupos socialmente postergados.
El documento subraya que experiencias negativas con el sistema sanitario y barreras de acceso son predictores sólidos de percepciones adversas sobre el sistema de salud. Esta desconfianza repercute en la participación ciudadana y en las preferencias políticas, favoreciendo el auge de partidos populistas antidemocráticos, principalmente de extrema derecha. Dichos partidos apelan a sectores insatisfechos, incluyendo personas con problemas de salud, y suelen evitar el fortalecimiento del sistema sanitario, priorizando otros temas en la agenda política.
Además, los populistas pueden afectar negativamente la salud pública difundiendo teorías conspirativas —como aquellas contra la vacunación—, o que la salud debe corresponder a una cobertura individual, contratando un seguro o una prepaga, cristalizando claramente la desigualdad, lo que refuerza la desconfianza institucional en grupos marginados.
Se concluye que la relación entre salud y política es bidireccional: las decisiones sanitarias influyen en la confianza democrática y la participación, y la respuesta de los gobiernos ante crisis sanitarias actuales, como la pandemia, el cambio climático y la inequidad, tendrá profundas repercusiones tanto en la salud pública como en la democracia.
Desarrollo
En todo el mundo, la confianza en las instituciones está en declive, mientras que se observa un aumento del descontento democrático. El retroceso democrático está creciendo en Estados Unidos, Latinoamérica y Europa, con actores y partidos políticos antidemocráticos alcanzando posiciones de poder en varios países, desde las tradiciones de derecha o de izquierda. Diversos estudios han documentado durante años el impacto del estado de salud en variables como la economía, el logro educativo y la pobreza. Por ello, la relevancia política de la salud merece especial atención al analizar fenómenos políticos significativos como el Brexit, el auge de los partidos de extrema derecha en Europa y la persistente popularidad de figuras políticas como Donald Trump y Milei.
Quienes continúan participando en procesos electorales tienden a mostrar mayor afinidad por partidos antisistema y antidemocráticos que proponen reformas profundas del sistema vigente que los ha cansado y descreen de él. Si bien los efectos observados son significativos, es fundamental señalar que la mala salud puede contribuir a una pérdida generalizada de confianza y autonomía personal, lo cual tiene implicaciones políticas relevantes.
Los datos indican que tanto la mala salud como la discapacidad afectan negativamente la confianza en instituciones públicas, incluyendo el sistema de salud, los gobiernos y la propia democracia.
Aunque una peor salud no implica automáticamente una disminución de la confianza institucional, sí abre múltiples escenarios en los que las instituciones pueden influir en su deterioro, especialmente para grupos postergados de la sociedad.
La salud está intrínsecamente relacionada con las circunstancias sociales y económicas, lo que dificulta discernir si la salud u otros factores son los principales determinantes de las conductas políticas. Experiencias negativas relacionadas con la salud, obstáculos en el acceso a la atención y situaciones de discapacidad se constituyen como algunos de los predictores más sólidos de percepciones desfavorables hacia el sistema de salud.
La confianza resulta esencial para el adecuado funcionamiento de las instituciones democráticas, ya que las personas solo participan activamente en sistemas en los que confían. Dada la influencia que la salud y el contacto con el sistema sanitario ejercen sobre la confianza institucional, estos factores también inciden en las actitudes, preferencias y comportamientos políticos de la ciudadanía.
En las últimas dos décadas, los movimientos populistas antidemocráticos han incrementado su protagonismo atrayendo a sectores que manifiestan insatisfacción con las instituciones públicas, especialmente entre quienes presentan problemáticas de salud. Estos partidos, predominantemente de extrema derecha, representan una fuerza creciente en la política occidental, modificando patrones tradicionales de voto e incrementando su presencia en gobiernos. Es habitual que líderes populistas de derecha no prioricen el fortalecimiento o reforma de los sistemas de salud, prefiriendo centrar el discurso en otros asuntos o redirigir los debates de políticas sanitarias hacia temáticas alineadas con sus intereses, como la economía. En ciertos casos, consideran el sistema de salud como un medio para otorgar beneficios a sus seguidores, más que una herramienta para captar nuevos electores.
Además, los partidos populistas pueden influir indirectamente de manera negativa en la salud pública al difundir teorías conspirativas vinculadas a temas sanitarios, como afirmaciones infundadas sobre los riesgos de la vacunación. Este tipo de mensajes tiende a resonar especialmente en grupos socialmente marginados, consolidando su desconfianza en las instituciones gubernamentales y en el resto de la sociedad.
La salud y la política se retroalimentan. Las decisiones que toman los profesionales sanitarios y los responsables políticos sobre el sistema de salud u otras políticas sanitarias influyen no solo en el bienestar de los pacientes, sino también en sus políticas, las cuales se retroalimentan en el sistema político a través de las elecciones y otras formas de participación ciudadana. Por lo tanto, la satisfacción de las necesidades de los pacientes, o su incumplimiento, puede afectar gravemente a nuestras instituciones democráticas. Diversas crisis amenazan la salud de la población mundial, como las secuelas de la COVID-19, el cambio climático, las migraciones forzadas, la inequidad, entre otras. La respuesta de los gobiernos y los sistemas de salud a estas crisis será reveladora, con implicaciones no solo para la salud pública, sino también para su participación en la democracia participativa
Muchos ciudadanos han perdido la confianza en las instituciones públicas, las elecciones e incluso en el proceso democrático .los problemas políticos son la base de los problemas que enfrenta un sistema de salud, ya que dictan las reglas del juego, determinan la inversión y la distribución de recursos, y, en última instancia, afectan la capacidad del sistema para garantizar el derecho a la salud de toda la población.
La principal causa política que influye en los sistemas de salud se encuentra en las decisiones relacionadas con la asignación de recursos, la voluntad política para implementar reformas y la influencia de intereses políticos y económicos. Estos factores contribuyen a aspectos como el financiamiento, la estructura del sistema, la equidad en el acceso y la calidad de los servicios. Así, los elementos políticos determinan cómo se desarrollan las políticas de salud, incidiendo en la disponibilidad de insumos, la infraestructura y la cobertura, lo que repercute directamente en la salud de la población.
Las prioridades presupuestarias y políticas han posicionado al sistema de salud en una situación desfavorable en comparación con otras áreas de inversión, debido a la falta de asignación suficiente de fondos y la reducción de personal, como ocurre en sectores administrativos o en el mantenimiento de puestos ajenos a la atención de pacientes. La influencia de diferentes intereses genera un desequilibrio entre fuerzas sociales, lo que puede llevar a priorizar intereses privados sobre los públicos. Las políticas actuales no promueven la integración y, en cambio, mantienen estructuras fragmentadas.
Como resultado, se observa desfinanciamiento, desigualdad en el acceso y saturación en los servicios públicos de salud. En este contexto, es importante considerar la salud en todas las políticas públicas y promover políticas de salud inclusivas.
La estrategia de «Salud en Todas las Políticas» ha representado un punto de partida que evoluciona hacia el concepto de «Políticas de Salud para Todos».
La pandemia de COVID-19 evidenció la vulnerabilidad de múltiples sociedades y revirtió avances de décadas previas, resaltando la importancia de invertir en la resiliencia de los sistemas de salud como elemento esencial para la estabilidad económica y la seguridad nacional. Un enfoque más pragmático, constructivo y sujeto a evaluación consiste en priorizar los beneficios derivados de las políticas e inversiones, lo cual permite analizar cómo los resultados, las políticas y los propios sistemas de salud contribuyen al logro de objetivos sociales, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Por otra parte, del análisis la salud en todas las políticas es un tema difícil de abordar en varios aspectos, como la cohesión del equipo gobernante, los intereses políticos, sociales y personales. La visibilidad en los votantes. La posibilidad de esquivar controles.
El financiamiento de la salud, con respecto a otros presupuestos a perdido la batalla, esto impacto en vidas, cuando se desató la pandemia, que encontró a los sistemas de salud desinvertidos, con pocos insumos y enfrentándose a la soberanía sanitaria de los países productores de EPP y vacunas.
El nivel de prioridad política para abordar los determinantes de la salud fue desafiado por una variedad de factores, incluida la atracción política hacia los programas de estilo de vida, la falta percibida de urgencia y la competencia con prioridades como la atención médica, la seguridad alimentaria u otras prioridades determinadas a nivel nacional. La toma de decisiones politizada también fue un desafío en el contexto de los gobiernos, al reconocer que los resultados en materia de salud poblacional se extienden más allá de los plazos electorales a corto plazo en generaciones posteriores. No se alinean con las ideologías políticas de quienes buscan el crecimiento económico.
La idea de impulsar la demanda poblacional de un sistema de salud de calidad se basa en el supuesto de que los líderes políticos buscan brindar servicios públicos, como la atención médica, para obtener la aprobación del electorado. Esto para el pensamiento liberal no cuenta, pero como la Argentina esta dividida en Provincias, se le delega la salud en las provincias, como si fuera que todas las cuestiones de salud podrían solucionarse a nivel jurisdiccional. Pero esta transformación sin orden ni plan nos esta llevando a sacrificar expectativas de vida.