No hay bien que por mal no venga. Mal de muchos, consuelo para nadie y beneficio para unos pocos.

El título no fue construido por paremias pesimistas sino realistas, de este y de todos los tiempos, hoy son palmarias, la deconstrucción, el individualismo, el racismo, el resurgimiento del proteccionismo, la pobreza y la exclusión social.

Argentina es un país en el cual la meritocracia no impera, sino que está amenazada por la ideología y socavada por las prebendas, por los comportamientos de algunas elites, (Jueces, Políticos, Ricos), la impunidad latente, de los juicios penales interminables, que nunca llegan a sentencia firme y el enaltecimiento de los falsamente vivos que llegan al éxito por el atajo, de evadir impuestos y facturar parte de sus intercambios informalmente, mantener sus privilegios, el bien casi nunca triunfa y eso me enoja profundamente, me lleva a una frustración inmensa, “favaloriana” con atisbos «discepolianos».

La meritocracia es para el autor la cultura por el esfuerzo y eso es lo que la sociedad la debe premiar. No la meritocracia bastarda, de los privilegios y las luces, que se confunden con la herencia en la construcción de las elites, que parte desde la educación que recibe el ciudadano en colegios y universidades pagas. Desde la igualdad de oportunidades y no desde los privilegios.

Se ha prostituido la meritocracia desde el lenguaje del management y neoliberal, y se la confunde con el individualismo y la competitividad en soledad, sin importar los otros. Eso no es la meritocracia, en tal caso, debería proponer una “meritocracia progresista”, que de tal no tiene nada, y que esta vinculada a trabajar, ahorrar, invertir, premiar ese esfuerzo de sol a sol, que forjaron los inmigrantes que hicieron de este país algo digno y una ciudadanía de sueños, que sentían orgullo de ser ciudadanos aunque dejaron su historia detrás españoles, italianos, judíos, paraguayos, uruguayos, chilenos y bolivianos. 

El principio de lo que quiero decir es el que ese mal no es inevitable, que existe una causa del mal, el sostén de los privilegios, la falta de justicia, de trabajo, el acceso inequitativo a la atención de salud y la deserción escolar.

El mal de muchos seguirá siendo el enriquecimiento de los pocos. Que el 50% de los argentinos sean pobres o que el 25% este desocupado, beneficiará a algunos pocos. Ese será el saldo pandémico y de la cuarentena. Pobreza, desigualdad, corrupción, poca confianza en las instituciones, muchos de los problemas sociales que preceden la pandemia están siendo actualmente magnificados por ella. No sirve seguir con lo políticamente correcto.

La tiranía de lo políticamente correcto no es otra cosa que la imposición de una determinada moral -relativista- a la sociedad bajo la amenaza de ser descalificado personalmente si no se acepta.

La imposición de lo políticamente correcto un método tan efectivo para la producción en masa de falacias. De la construcción de relatos. De decir algo y hacer lo contrario. El debate amordazado, lleva a decir que el que dice cosas diferentes es antidemocrático y contradice todo el falso discurso de la pluralidad y tolerancia que ni sus defensores se creen. No es una forma sincera de pensar o algo en lo que verdaderamente se cree sino un medio para imponer posiciones hegemónicas de la acumulación de la riqueza.

Hacer que haces el bien, para hacer el mal:

Siempre que se hace algo bien en nuestro país es para que otras cosas se hagan mal, es parte de una intencionalidad, es un designio, un paradigma con justificativos tales como “es para generar recursos para la política” “con lo que te pagan como funcionario, no te da para vivir” y hay que aprovechar los momentos para implementar cosas que en otros instantes no pasarían con la sociedad anestesiada como ahora es fácil, aplaudiendo un éxito parcial en la cuarentena, que corrobora que somos los mejores para nada, se sobre actúa sobre lo que hay que hacer, para que la opinión publicada se arrodille por el elegido/a, tenga transitoriamente sus beneficios aseguradas, comprando en cuotas la esclavitud y la veneración al líder providencial, que siempre necesitamos, que nos ahorre sacrificios y tome por los atajos de la viveza, para estar siempre en el mismo lugar del laberinto y no ver la salida, porque en ese derrotero estamos hace varias décadas, y encima esta el dicho popular nefasto, de la ignominia, que bueno roban pero hacen. Tienen que hacer, pero sin robar y esto lo tenemos que premiar con el sacrifico y la exigencia personal.

Hacen, pero el que pasa por la función publica pareciera que tiene un ingreso de por vida. Hacer es obligatorio, pasarla bien con tanta responsabilidad no es posible, si se obtienen beneficios inadecuados, nunca está bien.

El mal de muchos hoy es el consuelo para unos pocos, los muchos serán los más pobres, más ignorantes, más anestesiados por la elusión refugiados en los pasatiempos inoperantes y el asistencialismo, no como un puente, sino como un modo de vida, oportunidad para ser elegidos.

y vino el coronavirus.

Vino el coronavirus y empezaron a faltar cosas esenciales y las que había aumentaron de precio, un descontrol y el desorden se apoderó de nosotros. Cuando se centraliza una compra para ejercer el poder de esta y lograr economía de escala, se piensa que alguien se beneficia, y el que lo hace supone que “le pegó al cerdo y apareció el dueño”.

 Todos estamos corriendo por el coronavirus, salvando vidas, honrando nuestra profesión de sanitarios, arriesgando nuestras vidas y de nuestras familias, pagando impuestos como nunca, y mientras los que decidieron “salvar nuestras vidas” trabajan activamente y sin pausa para transformar la justicia a la medida de la impunidad, para generar capitalismo de amigos, tener empresas para nombrar personas de la causa, poner enfrente al enemigo neoliberal, para la construcción de poder que lleva a la impunidad. No quiero eso para un partido que busca la justicia social, al cual adscribo, que se hizo un principio por la solidaridad, trabajo digno, movilidad de clases.

Las causas del pasado reciente en los tribunales queman, por ello no avanzan, se silencian, empezará a pasar el tiempo hasta que se pierda el poder y puedan volver a la palestra para seguir entreteniéndonos, con otros magistrados. Y los derechos de los jubilados, de los maestros, de los médicos, avasallados, los pobres cada vez más pobres y dependiendo del bien que por mal ha llegado, es como las promesas del infierno, si existiera.

Cierto es que no podemos volver atrás, y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar al final. Eso es lo que tenemos que hacer. Aprovechar esto y no ceder. Desde el coronavirus mirar el futuro, un modelo distinto de producción y de inserción, estratégicamente ir al mundo con un plan.

Tengan cuidado porque Si frotándose las manos con alcohol, permaneces inmune al coronavirus, si lo tomás no quiere decir que seas inmortal, no son buenos los consejos de Trump.

Esto no quiere decir que uno mire atrás con ira, o hacia adelante con miedo, sino que tenes que mirar alrededor con atención.

Es una ética realista esta de pensar que se puede hacer cosas malas haciendo el bien, se puede sobrefacturar prestaciones de salud porque atendes pacientes y le salvas la vida. Esto pone en superficie la debilidad de la voluntad humana, la realidad del mal y la falsa idealidad del bien. La corrupción, y otros delitos no son los males del mundo, sino que son obra de los propios seres humanos. Los males del mundo son los terremotos, huracanas, las sequías.

 ¿Las personas se convierten en malas al llegar al poder?, no lo eran antes, pero no tenían oportunidad de demostrarlo.  Somos capaces de cometer injusticias y favorecer los unos a los otros en pos de intereses particulares.

El cinismo de Maquiavelo, el escepticismo de Hobbes, la terrible exigencia de la moral kantiana o el pesimismo de Schopenhauer sigue consistiendo en la necesidad de aceptar lo esencial que hay en sus descubrimientos en torno de la comprensión del egoísmo humano, tan arraigado en cada existencia que de ahí -bien puede decirse-se desprenden todos los males del mundo.

 Porque. pobres seguirán siendo pobres, más aún si cabe que antes, y los ricos seguirán siendo ricos, más aún comparativamente, si también cabe. Ninguna simpatía futura nos queda, en consecuencia, para la menor revolución, evolución: a vivir, que son dos días. Se han terminado las molestas utopías morales, las cosas son lo que son y como son, viven y mueren sometidas.

La crisis nos ha dejado muy claro que no hay más cera que la que arde, puro pragmatismo positivista reducido a su más mínima expresión.

Bien, es una buena acción supuesta de gobierno, y esta nos dejará más pobres o encubrirá un gran negocio, que es lo que hemos popularizado en estos tiempos, además bajo el paraguas llega de no requerir contralor para hacer las cosas, refrendando notarial mente que el pueblo son ellos, los que deciden, porque el pueblo  con su voto les renovó sus patentes, entonces con ellos, mientras le den a los pobres todo está bien, apropiarse, solicitar que se apruebe un procurador, que el mismo valga una presa que estaba esperando décadas para que se ejecute un acuerdo extrajudicial refrendado por el estado nacional y el gobierno de Mendoza para desistir de la demanda de una ley de promoción industrial que disminuyo la competitividad de la producción de un montón de casos.

Tengo la frustración y la tristeza que desaprovecharemos los sacrificios y los esfuerzos, la unión y los objetivos comunes, los fines superiores y el sentido común,

“La crisis está interactuando con fallas estructurales que América Latina ha tenido por mucho tiempo, y estos problemas estructurales están agravando el impacto de este golpe sanitario”, afirmó Luis Felipe López-Calva

Pero una cosa fundamental es distinguir entre planes y realidades, entre planes y gestión, que es hacer que las cosas correctas pasen correctamente, los incentivos siguen siendo los mismos, los actores tienen sus intereses, las corporaciones pretenden cuidar sus privilegios.

La capacidad de atención de todos los países y en particular de la argentina aumentó, se invirtió en salud, se revalorizó la importancia de la salud pública, como la atención universal, pero ante una patología tan contagiosa nada es suficiente y todos los recursos parecen pocos, cuando además no están coordinados, no tienen complementación adecuada, no sinergizan, ni tampoco tienen confianza y vocación de trabajar en red.

El cuestionamiento es a la sociedad, porque la legitimidad de origen existe, por el voto democrático, por el incumplimiento de las promesas y las soberbias hipoacúsicas del gobierno anterior, su incapacidad innata, pero esto no significa que no hay nada que decir u opinar, hay mucho para proponer desde adentro, sobre los momentos que se hacen las cosas, las urgencias que se tienen por cumplir las promesas, por contentar a un sector de la coalición, que esta enarbolando la venganza, que no construye nada, si la justicia, si la superación de las condiciones y estar por encima de las pequeñeces del tiempo presente y trascender, no hay autocrítica, y más cuando se escucha se hiela la sangre, porque parece que hubiera faltado algo de enjundia, para ir por el todo, la suma del poder.

Ha implotado el contrato social, se perdió el profundo valor que tenía la educación, la salud, el trabajo formal, no hay protección contra los riesgos individuales y los colectivos, la puesta en duda de la propiedad, el naufragio del sistema de salud es consecuente y consecuencia de la sociedad, naturaliza la postergación mediante la enfermedad.

No he perdido totalmente las esperanzas, tal vez por tener el refugio universitario, por la renovación de las autoridades, por la vuelta del Ministerio de Salud y el de una entidad social a la cual pertenezco, pero tampoco debemos dejar de advertir que tantas mentiras, cinismos, silencios y olvidos no harán nada, que mucho es lo que debemos transformar, que el poder de rectoría del Gobierno sobre el sector salud no es suficiente, que requiere del compromiso y el acuerdo con los otros actores sociales, mas en estos tiempos de pandemia, que no declinarán privilegios, para sostener derechos, porque esto, a poco de andar se ha visibilizado.

Cierro este artículo con una frase de Mahatma Gandhi: Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira.

Publicado por saludbydiaz

Especialista en Medicina Interna-nefrología-terapia intensiva-salud pública. Director de la Carrera Economía y gestión de la salud de ISALUD

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