Dr. Carlos Alberto Díaz.
Hemos observado estos meses la irrupción de una forma de anticiparse nocivamente a los hechos, formulando hipótesis falsas y generando consideraciones normativas sobre Transmisión, impacto y tratamiento, que llevaron a revistas que han forjado nuestras carreras profesionales a modificar sus posturas. Sacudió al sistema tradicional de las publicaciones científicas, y luego de tanto andar nos hemos quedado solamente con el tratamiento de sostén respiratorio, con la asistencia respiratoria mecánica y con una droga como la dexametasona, que inicialmente, en ensayos no controlados, no fue impulsada. En este último caso, el entusiasmo pasa por disminuir los requerimientos de oxigeno, los días de ARM y mortalidad, que no son pocos y nos llevó a incorporarla en la sistemática de tratamiento cuando el paciente requiere oxígeno terapia, además se agrega el tratamiento con dosis baja de dexametasona.
En la revista Science, los expertos en ética de la ciencia Alex John London y Jonathan Kimmelman advierten de que una crisis no debe ser excusa para rebajar los estándares científicos, ya que sobre todo los estudios clínicos deficientes, sin los adecuados protocolos y controles, pueden acarrear consecuencias dañinas.
No han faltado ejemplos de ello durante la actual pandemia. Uno de los más sonoros es el de la hidroxicloroquina y la cloroquina, medicamentos contra la malaria que en los datos preliminares parecían aportar algún beneficio a los enfermos de COVID-19, lo que ha llevado a personajes prominentes como Donald Trump a avalar y defender su uso. Ahora, uno de los estudios proponentes de este tratamiento ha sido retirado, otro está en proceso de investigación por la revista que lo publicó, y una investigación reciente sobre más de 96.000 pacientes ha determinado que no solo sus beneficios son inexistentes, sino que puede aumentar la mortalidad. Una revisión de los ensayos disponibles ha encontrado que la evidencia de los efectos de la cloroquina y la hidroxicloroquina es “débil y conflictiva”. Por todo ello, la Organización Mundial de la Salud ha suspendido sus ensayos con estos fármacos.
UNA PARTE DEL PROBLEMA: LOS PREPRINTS
Una parte del problema de la calidad de ciertos estudios se resume en una palabra: preprints. Por este nombre se conocen los trabajos que aún no han superado un proceso de revisión por pares en una revista, pero que se ponen a disposición de la comunidad a través de repositorios de libre acceso en internet, como bioRxiv, medRxiv o chemRxiv. Este sistema, utilizado tradicionalmente como canal para la discusión científica en ciertos campos como la física o las matemáticas, solía ser marginal en las ciencias biomédicas, pero la urgencia de la pandemia lo ha convertido en una vía rápida para la diseminación de estudios.
Dexametasona en pacientes hospitalizados con Covid-19 — Informe preliminar
- El Grupo colaborativo RECOVERY
Un total de 2104 pacientes fueron asignados para recibir dexametasona y 4321 para recibir atención habitual. En total, 482 pacientes (22,9%) en el grupo de dexametasona y 1110 pacientes (25,7%) en el grupo de atención habitual murió dentro de los 28 días posteriores a la aleatorización (relación de tasa ajustada por edad, 0,83; intervalo de confianza del 95% [CI], 0,75 a 0,93; P<0.001). Las diferencias proporcionales y absolutas entre grupos en la mortalidad variaron considerablemente según el nivel de apoyo respiratorio que los pacientes estaban recibiendo en el momento de la aleatorización. En el grupo de dexametasona, la incidencia de muerte fue menor que la del grupo de atención habitual entre los pacientes que recibieron ventilación mecánica invasiva (29,3% frente a 41,4%; tasa de tasa, 0,64; IC del 95%, 0,51 a 0,81) y entre los que reciben oxígeno sin ventilación mecánica invasiva (23,3% frente a 26,2%; relación de tasa, 0,82; IC del 95%, 0,72 a 0,94) pero no entre aquellos que no recibían atación aleatoria de apoyo respiratorio (17,8% frente a la tasa de relación de 14,0%; , 1.19; IC del 95%, 0,91 a 1,55).


CONCLUSIONES
En pacientes hospitalizados con Covid-19, el uso de dexametasona dio lugar a una menor mortalidad de 28 días entre aquellos que estaban recibiendo ventilación mecánica invasiva u oxígeno solo en la aleatorización, pero no entre aquellos que no reciben apoyo respiratorio.
En definitiva, la pandemia de COVID-19 está provocando un terremoto en el sistema científico. Según Kingsley, es “indudable que el ecosistema de la publicación científica está cambiando”. Pero ahora vivimos tiempos excepcionales, y la pregunta es: ¿se prolongarán estos cambios más allá de la pandemia? ¿Servirán para mejorar el sistema, aprovechando al máximo las ventajas de la vía de preprints, la open science y la publicación más rápida, sin un deterioro de la calidad? Para Horbach, aún es pronto para asegurarlo, pero el experto cree que veremos efectos a largo plazo. “El uso de los servidores de preprints como salida rápida para la diseminación del conocimiento es una tendencia más general que pienso que podría tener efectos duraderos”, dice. “Parece probable que esto continúe en el futuro”.