Editorial “Corrección política” en la gestión de salud

Autor Dr. Carlos Alberto Díaz. Director de la Especialidad de Economía y Gestión de la Salud.

Permanentemente escuchamos, y se nos aconseja, que debemos ser políticamente correctos. No entendiendo el alcance de este término, y que es, a lo que se debe renunciar en el catálogo de convicciones profesionales, deontológicas y de justicia social, para tener derecho a “seguir participando” y “tener derecho a ganarse la vida, con lo que sabe hacer”. No afectar poderes corporativos, intereses empresarios, para generar transformaciones disruptivas que se opongan al orden establecido.

Es como situarse permanentemente en la frontera de la doble moral, o de los pares duales contradictorios, del decir, pero no hacer, de hablar de transparencia, pero ir hacia el ocultamiento.

Cuando hay que darle todo a todos, pero no hay recursos suficientes, que ¿es ser políticamente correcto?, y con ello cristalizar la inequidad, dejarse llevar por lo ocurre.

Quién es el que decide que no corresponde dar en el ámbito de la salud: ¿El Profesional, que está frente al paciente? O ¿un verdadero acuerdo social de escasez?

Sería como ponerle valor económico al sufrimiento, a la vida y la muerte. Eso no es un atributo, o competencia de los equipos de salud, sino que debería ser fruto de una decisión institucionalizada, de un debate social, con acuerdo de mayorías representativas.

Žižek no considera que las personas que tratan de ser políticamente correctas tengan una intención oculta o malvada, pero sí que ese sistema de corrección les impide llevar el verdadero problema a la superficie. A un lugar en donde el racismo, el sexismo y un largo etcétera pueden ser resueltos, en lugar de ser guardados bajo peligrosas capas de tolerancia.

La verdadera aceptación del “otro” queda truncada ante la falsa noción de la tolerancia. Una que para el esloveno traduce la dominación que permite el racismo en términos aceptados socialmente. Ser tolerante es absolutamente ambiguo y en realidad no lleva implícita la aceptación o el respeto que viene del conocimiento, más bien es un acto de “tolerar” que el otro exista, mientras esté a una distancia prudente. La tolerancia implica una aceptación a medias para cumplir con lo que la sociedad espera de nosotros. De nuevo, la corrección política.

Solía entenderse como tal el discurso dedicado a defender una serie de ideas más o menos establecidas en el discurso político (de ahí el término, “políticamente correcto”), habitualmente vinculadas al mundo de los valores o de los derechos, y que tenían cierto sostén por parte de la ciudadanía. Y se denunciaba en dichos artículos que esa categoría de “lo políticamente correcto” acababa funcionando como elemento disuasor del verdadero debate político, que tendría que desarrollarse, según algunos de sus autores, al margen de esos valores y derechos

Ser políticamente correcto parecería que es admitir las restricciones presupuestarias, aunque se lleven por delante la calidad de las prestaciones o la oferta de servicios mínimo. En no pelear presupuestos o inversiones, en no pretender que la salud esté en todas las políticas. En carecer de convicciones para enfrentarse con los poderes constituidos. En tener y ostentar el cargo político, como un hecho de “broncemia”, más que para la mejora del bienestar.

La corrección política se ha incorporado hace unos años en el comportamiento habitual, esto no solo empobrece el lenguaje sanitario; se censuran ciertas ideas (políticas expresas con los medicamentos, con las coberturas, con el sistema de salud privado-prepago). Se limita la libertad de expresión, no de forma solapada sino explicita, recurriendo a los eufemismos, para que no se ataquen los laboratorios farmacéuticos y sus políticas de fijación de precios, los representantes de los seguros sociales, los dueños de los prepagos y su cultura rentística, o los sindicatos del área de la salud y las reivindicaciones alejadas de la mejora de la calidad y la seguridad. Ninguno de los políticos, expresaron intenciones de tener políticas de salud como políticas de estado. El manejo del lenguaje es un elemento clave en el quehacer diario de los políticos, cuando no hablan de un tema es porque no tienen o no desean implementar solucione. «De una correcta elección de las palabras y de un uso adecuado de las estrategias comunicativas depende, en gran medida, el éxito del político en su tarea de persuadir a sus potenciales electores». Crespo-Fernández, E. (2016). Eufemismo y política: un estudio comparativo del discurso político local británico y español. Pragmalingüística, (24), 8–29. https://doi.org/10.25267/Pragmalinguistica.2017.i25

El lenguaje aséptico del eufemismo, además, coadyuva decisivamente en la imagen pública. Para Allan y Burridge el eufemismo es toda aquella palabra o expresión destinada a suavizar posibles conflictos que dañen la imagen pública ya sea del emisor (auto representación positiva), del receptor o receptores (con objeto de no herir susceptibilidades) o de una tercera parte que pueda intervenir en el acto comunicativo. Concretamente, el eufemismo en la comunicación política pretende evitar que la imagen positiva del emisor (entendida como el deseo del hablante de verse valorado y respetado socialmente) se vea afectada negativamente.

El análisis crítico, por esta vía no tiene líneas de pensamiento independientes, solo las ideas y posiciones aceptadas por una amplia mayoría o que estén simplemente de moda y publicadas reiteradamente, porque las repeticiones de ciclos, agotan, enfrentarse con los mismos fracasos. No aparecer en las noticias de la prensa, no hacer ruido, es el objetivo de la gestión sin gestión muy frecuente por estos tiempos. No sacar del ostracismo al sector de la salud, condenado al fondo de la agenda social y de las aspiraciones. De tener intenciones de generar política de salud como políticas de estado. El precio de esta actitud es alto: como es el ocultamiento de información valiosa como la mortalidad infantil, la desnutrición y la mortalidad materna, evitamos idear mejoras para el futuro y reemplazamos el análisis crítico y honesto de la realidad por el pensamiento dogmático, débil y complaciente. U ocultar cifras de ejecución presupuestaria. De Casos de la epidemia de Dengue. De Listas de espera en los hospitales. De Planteles incompletos en el sector público. De carencia de insumos. Del retorno de algunas enfermedades que deberían estar erradicadas.

A mediano plazo, es fácil caer en la indolencia. Indolencia de la incapacidad y de la carencia de ideas. De la ecología de la mediocridad. De las mendicidades, de ocupar lugares sin generar transformaciones.

Este tipo de pensamiento basado en eufemismos y lugares comunes –y en el peor de los casos, elíptico lleno de pleonasmos–, se transforma en un acto automático, puede menoscabar el aparato crítico propio.

El hecho de que con actitudes políticamente correctas se eviten conflictos, no es así, sino simplemente la postergan o las empeoran, las convierte, además, en económicamente rentables en el corto plazo, pues ahorran energía, y puede por ello asentarlas en un círculo vicioso capaz de fraguar conductas gatopardistas, para que se sigan beneficiando lo que siempre lo han hecho al complejo industrial médico y el financiamiento de otras actividades, no se dan cuentan que esto va en una deriva de la sostenibilidad.

No pretendo que nadie se inmole o se sacrifique, que no contribuya al logro de un objetivo de consolidación política, sino que determinar las verdaderas necesidades de la población para mejorar los indicadores y el acceso con calidad, disminuyendo los años de vida potencialmente perdidos incluyendo en la consideración comprometida los determinantes sociales, para poder disminuir el gradiente social. Las buenas ideas, establecidas como programas de salud deben corregirse desde un comienzo, para evitar el fracaso deseado por los que ganan dinero dejando la situación como está.

Los cambios están ocurriendo, no nos podemos oponer: las nuevas tecnologías de precisión, la genómica, la personalización, el conocimiento de las enfermedades, generar bancos de bases de datos, para que todos se nutran de ellos, con el desarrollo de moléculas para actuar en un punto de la vía fisiopatogénica, y los años nos irán aclarando que generaran en otra nueva complejidad, en un renovado sistema complejo adaptativo, que será vivir sin enfermedad manifiesta, pero no estar curados, una nueva situación como que en cualquier momento se “despierta el mal”, y eso está suficientemente probado, dentro de unos años, cuando desaparezca la quimioterapia tal cual la realizamos ahora, los diagnósticos de presunción como los conocíamos, los grandes profesores que alguna vez descubrieron una enfermedad en la que nadie había pensado, serán reemplazados por médicos criteriosos y estudiosos, que sepan indagar por un programa de relaciones, inferencias, datos y de recalculo permanente que se llama inteligencia artificial, ayudando a los profesionales, que no se olviden por el bien de los pacientes de ninguna opción y que pidan estudios correctamente y no con iatrogenia debemos pensar en que pocas cosas de las que hacemos, quedarán, tenemos que preparar a las nuevas generaciones para que piensen e imaginen lo que no ven, y que infieran que está pasando en el ADN, en el check point, en la respuesta celular, en la característica de la membrana, en la curación de las enfermedades incurables, pero no será igual a mayor calidad de vida, y no será una elección compartida por los pacientes, sino por los sistemas en una puja de mercado entre lo que se debe vender y lo que efectivamente se tienen que utilizar, forzando más allá de los límites las prescripciones y las indicaciones.

La tiranía de lo políticamente correcto no es otra cosa que la imposición de una determinada moral -relativista- a la sociedad bajo la amenaza de ser descalificado personalmente si no se acepta.

La imposición de lo políticamente correcto un método tan efectivo para la producción en masa de falacias. El debate amordazado, lleva a decir que el que dice cosas diferentes es antidemocrático y contradice todo el falso discurso de la pluralidad y tolerancia que ni sus defensores se creen. No es una forma sincera de pensar o algo en lo que verdaderamente se cree sino un medio para imponer posiciones hegemónicas de la acumulación de la riqueza.

Publicado por saludbydiaz

Especialista en Medicina Interna-nefrología-terapia intensiva-salud pública. Director de la Carrera Economía y gestión de la salud de ISALUD

2 comentarios sobre “Editorial “Corrección política” en la gestión de salud

  1. El texto «De una correcta elección de las palabras y de un uso adecuado de las estrategias comunicativas depende, en gran medida, el éxito del político en su tarea de persuadir a sus potenciales electores» está COPIADO palabra por palabra de un artículo de mi autoría titulado
    «Eufemismo y política: un estudio comparativo del discurso político local británico y español» publicado en Pragmalingüística en 2016. ¿Cómo es posible que usted se apropie de lo que no es suyo y no cite la fuente original?
    Dr. Eliecer Crespo
    Universidad de Castilla-La Mancha

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    1. Muchas gracias por su observación en realidad el párrafo fue leído de una tesis doctoral, pero ante su atinada y correcta referencia fue enmendada la referencia, con la cita correspondiente. Este artículo en realidad refería a la corrección política en la gestión de salud, que no intenta lograr transformaciones sino ser políticamente correcto. En ello está
      el cuidado y atinado uso de las palabras.

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