Muchas veces hemos dicho: estamos frente al abismo, la diferencia que estamos cayendo, la atención de salud esta sin norte, afectada por la crisis de la argentina.
La salud no está ajena a la inflación, a la devaluación, la inestabilidad política, la necesidad de equilibrar las cuentas públicas, sin crédito, está en riesgo la provisión de medicamentos e insumos imprescindibles.
Porque callan o hablan en el sector, es una situación de conveniencia, entonces merece formular un análisis.
Par el mismo requiere una hipótesis que demandará valentía y comentarios, pero como siempre, por lo menos, hay que desplegar cuatro cuadrantes
- Los que callan porque se benefician con este sistema de salud: laboratorios farmacéuticos, prestadores concentrados, recaudadores de PAMI y la obra social provincial, IOMA.
- Los que callan o no son escuchados.
- Hablan los que defienden el negocio de las prepagas. Los que hablan porque cuando estuvieron no hicieron nada, y ahora parece que se acordaron, y los que hablan legislando sin sustento por enfermedades, cuando el modelo de atención para dar salud y no curar solo enfermedades.
- Los que hablan ejerciendo una libertad frágil, a medida voz, porque en cualquier momento se le aplicará la ley mordaza para que sigan en el “under” del conocimiento ilustrado, sin generar conciencia por falta de valentía o la represalia de no ser funcional.

Callan los que manejan la obra social de jubilados y el instituto patria con su reducto en el IOMA, que llegan a esos puestos por convicciones sociales y se van por las alcantarillas de la construcción política de una falsa épica. Esta termina en que lo único que sirve es emplear gente para militar en la postverdad y juntar dinero para tener más poder y que ese poder habilite más negocios y se olviden de los pobres afiliados de esos colectivos que nuclean nada menos que 7.500.000 afiliados. El dinero y su poder pueden desvirtuar la voluntad del pueblo: pueden alterar la competencia electoral y tornar frágil a la democracia. La democracia puede derrumbarse si el voto se decide más como resultado del dinero gastado en propaganda.
Los que callan porque no saben que decir, ocupan estructuras técnicas, no por jerarquía, porque son los comisarios políticos de alguien y están ahí como un premio, tal vez demasiado e inimaginable, pero para ejercer el más refinada y antiguo oficio del Gatopardismo[i], que nada cambie si sirve para ganar dinero.
Otros que callan porque no tienen voz y sus reclamos se acumulan en los reservorios de la conveniencia de la desigualdad, que genera acumulación para unos pocos, en llantos en los cementerios por años de vida potencialmente perdidos y por proyectos e ilusiones que seguirán en los recuerdos y las almas. En rigor de la verdad, no es que, callen sino sus gritos y sus derechos humanos son ignorados por sus defensores de estos, que encontraron en las mieles de la figuración y el dinero un lugar para resignificar cobardemente sus vidas, olvidar el pregón de la equidad, que dejaron abandonado en el camino, para que lo recojan otros, que tengan más escrúpulos en sus conciencias y no padezcan de la agenesia moral. Son los usuarios sujetos de derecho que son silenciados.
Están los que callan porque si no se funden económicamente y no tienen alternativa, no poseen capital de trabajo, los han destruido como instituciones, y siguen remando en alta mar, incumpliendo con obligaciones que los colocan en el tomo del código penal, pero esperan que algún día surja el perdón de las divinidades que accedan al poder por medio del voto, que la democracia no sabe depurar y se llenó de populismos.
Callan los laboratorios, las mandatarias y las droguerías porque están teniendo utilidades magnificas, con cada vez más habitantes medicalizados, enfermos de toda enfermedad, mal atendidos que requieren de sus costosas tecnologías.
Calla el equipo de salud sacrificando sus vidas con pagas miserables, multiempleo y ofreciendo créditos baratos con la postergación de los pagos, los enfermeros peregrinando de empleo en empleo como autómatas fatigados y abandonados, por propios y ajenos.
Callan los prepagos por sus colocaciones financieras y la postergación en la actualización de los honorarios y el valor de las prestaciones. No dan un plan de salud, sino una cartilla de opciones prestadoras, establecimientos con excelente hotelería, descuento de medicamentos y emergencia ambulancia, una muy primaria atención odontológica, mental y oftalmológica, rehabilitación mayorista integrada no personalizada.
Hablan los que estuvieron en el anterior gobierno y poco hicieron, los que estando no supieron, no se animaron, no les interesó, los que ajustaron en momentos de necesidad, sacaron cuatro medicamentos de la cobertura del PAMI que no servían para nada y la opinión publicada les saltó encima porque dejaban sin medicamentos a los viejitos. La ex gobernadora María Eugenia Vidal arregló las guardias de los hospitales públicos, para gastar lo menos posible, cuando lo que hay que aumentar la productividad de los establecimientos, primordialmente de los quirófanos. Agravaron los problemas especialmente el de los anestesistas y los salarios de los trabajadores. Repartían medicación y leche en los programas sanitarios, pero nadie se enteraba, entonces como si no lo hicieran. No gestionaron. No sabían gestionar. También nombraron gente y gente, amigos y amigos, no médicos y enfermeros, universitarios si, muchos licenciados en la política y los problemas sociales, que son para otros menesteres.
Hablan los que quieren que las cosas cambien para tener un sistema de salud más equitativo, los que estando lejos de los lugares de decisión es más fácil decir lo que hay que hacer. Los que nunca vivieron las restricciones del poder, les parece que se puede imponer el sentido común o que simplemente las cosas no se hacen por falta de voluntad política.
Hablan los que, desde el claustro de los postgrados, explican lo que todo el mundo sabe y que no puede seguir de esta forma, los alumnos escuchan con desanimo de que nada se puede cambiar y siguen buscando un título.
Hablan los que quieren mantener privilegios y manejos, a pesar de que el sistema de salud no mejore, se enriquecen.
Hablan en reuniones y jornadas sobre lo que se debe cambiar, con aplausos de compromiso, sin preguntas, y con falta de prospección no tiene cauce.
Entre los que callan o hablan nuestros desafíos no cambian, seguimos mirando el pasado, y no miramos hacia el futuro y la esperanza, tampoco exploramos las alternativas que mejoran la gestión de los hospitales y las instituciones privadas. No hay nuevos debates, ni nuevas políticas, será que otros que nunca han hablado o callado, se involucren ahora, puede ser, sigamos formando gente para ello, que serán nuestra esperanza.
[i] la expresión gatopardismo para señalar la actitud de “cambiar todo para que las cosas sigan iguales», tal como lo proclama reiteradamente el personaje de la novela, en el marco del pacto con el enemigo político tradicional. El gatopardismo es la filosofía de quienes piensan que es preciso que algo cambie para que todo siga igual.